Te marchaste Angelito, así, de repente, sin avisar.

Siempre fuiste una rosa delicada suave, de piel blanquecina y ojos acristalados. Cuidada por unos jardineros que dieron lo mejor de sí mismos para que crecieras segura y mimada en tu jardín.

Ahora estas con tu papa en un nuevo jardín. Un lugar seguro, tranquilo, lleno de lápices de colores, encajables y con muchos batidos de vainilla.

Estará todo ordenado, como a ti te gustaba, cada cosa en su sitio y sin dejar improvisación ninguna.

Con tu marcha, tu familia, amigos y compañeros te prometemos ser valientes como hace más de cinco años que lo hiciste tú.

Saliste de la casita de tu mama, para enfrentarte a un mundo nuevo, lleno de aprendizajes, apoyos y oportunidades.

Y lo hiciste muy bien, despacito, despacito pero segura, sin miedo.

Primero en el jardín de Fuentecillas y más tarde en el inmenso jardín de Quintanadueñas. Donde sembraste semillitas de amor, cariño y abrazos que hoy, aquí mismo estas recogiendo.

Llévate estos frutos, son de gente que te quiso mucho y de verdad. De personas geniales y extraordinarias que te ofrecieron su amistad y de formar parte de esta enorme familia.

Solo te podemos dar las gracias por la suerte de haberte conocido, por tus abrazos, tus bailes, el sentir de tus manitas pequeñitas en nuestro rostro. Por conocer a tu familia, tu madre Pilar, ejemplo de amor incondicional a sus hijos, a tu hermana Ana Isabel, echaremos de menos tus visitas y conversaciones y tu hermano Pablo, siempre pendiente de ti, de que estuvieras bien y que no te faltara nada.

Vuela alto angelito cuida de nosotros, sobretodo de aquellos que te quisieron y cuidaron de cerca.