A veces es necesario parar y ponerse a pensar, pero pensar de verdad, intentando tener la mente despejada y el corazón abierto. Nos ayuda a situarnos en dónde estamos, recordar de dónde venimos y plantearnos hacia dónde queremos ir. Y cuando me he puesto en situación me he dado cuenta de que me estoy haciendo mayor porque antes, estas fechas navideñas, no me hacían ponerme nostálgica o pesarosa, aunque reconozco que también me hacen sentir contenta y entusiasmada.

La navidad tiene tantos significados como personas hay por el mundo porque cada uno de nosotros y de nosotras la vivimos de manera diferente pero seguro que igualmente especial.

En nuestras organizaciones trabajamos para prestar apoyos a personas y esas personas desarrollan sus proyectos de vida con ambiciones y sueños concretos. En definitiva, creo que generamos una simbiosis muy potente porque emergen relaciones con fines comunes. Es fundamental no olvidar que cuando alguien nos dedica su tiempo nos está regalando lo único que no recuperará jamás y de esto, las personas con discapacidad intelectual, saben mucho porque nos regalan su tiempo continuamente. Lo ponen a nuestra disposición para que les apoyemos, ayudemos o acompañemos, pero también para enseñarnos que hay mil y una maneras de afrontar la vida y que juntos podemos hacer grandes cosas.

Los pequeños detalles son los que hacen grandes las cosas y por eso creo que son necesarios períodos de reflexión, como la navidad o el final de un año, para dejar de pensar tanto y empezar a sentir más.

En el 2018 hemos hecho grandes cosas, pero también hemos compartido pequeños momentos de gran emoción donde hemos llorado, reído, nos hemos enfadado, hemos perdonado, hemos aprendido… Porque, en definitiva, a veces se gana y a veces se aprende por lo que siempre acabamos ganando pase lo que pase.